EL CONTENIDO DEL COFRE NEGRO. CUENTOS ABSURDOS E HISTORIAS SIN SENTIDO #3.

Hoy comparto con vosotros el tercer relato de la serie Cuentos Absurdos E Historias Sin Sentido que mi amigo Jef publica en su perfil de face, todos jueves hasta finalizar la serie. Como siempre , me ha encantado la historia y el sentido de moraleja que Jef siempre consigue imprimir en sus historias cortas. Su habilidad narrativa es notable y su manejo de las palabras, concluyente. Espero que os guste tanto como las anteriores y sigáis leyendo sus historias y aprendiendo con ellas... Sin mas....



Cuentos Absurdos E Historias Sin Sentido #3


El Contenido Del Cofre Negro



Don Francisco Vidal era uno de los hombres más astutos que la ciudad había visto jamás, pero tal astucia parecía una nimiedad cuando se le comparaba con el amor que profesaba hacia su tienda de antigüedades. Algunos comentaban medio en broma que de haberse casado, lo habría hecho con la historia, con todos sus objetos milenarios como cortejo nupcial abarrotando su tiendita en la calle Riverti. Dado que i

ncontables veces prefirió abstenerse de vender los artículos que más añoraba, a nadie le sorprendió cuando empezaron los rumores sobre su inminente bancarrota. Lo que muchos no sabían era que gran parte del creciente apuro de don Vidal era obra del señor Antonio Sochaux, un rico arrogante y mezquino que observaba a los ciudadanos como escoria desde la comodidad de su mansión en la montaña Trelliers. Sochaux, fiel amante de cualquier banalidad que ensalzara su riqueza, vio frustrados diversos intentos de hacerse con los bienes más valiosos del viejo anticuario, y por ello había halado cuerdas aquí y allá con el fin de conducirlo a una precaria situación para después lograr adueñarse hasta de las ratas del establecimiento.

Don Francisco Vidal, consciente del gran lío que lo acechaba, decidió entonces emplear a fondo su sagacidad y jugarse un as bajo la manga para conservar las razones de su existir. Una mañana plantó en la vitrina del almacén un pequeño cofre negro de intrincados diseños que se congregaban alrededor del cerrojo. Allí, una llave dorada y desgastada aguardaba paciente a ser accionada. Sobre la diminuta pieza de madera, que casi cabía en la palma de la mano, colgaba un cartel que rezaba:

“El Contenido Del Cofre Negro.
Precio: el más alto que pueda pagar.”

Los cotilleos y conjeturas sobre el misterioso objeto no se hicieron esperar, y para el mediodía Antonio Sochaux ya enviaba a su criado a la calle Riverti con una carta y un puñado de dinero bajo el brazo. Teñido de amenaza, el mensaje le informó a donVidal que ya no tenía forma de mantener su negocio y que ni con todo el oro del mundo lograría estar tranquilo en la ciudad. Así que le ofrecía una miseria por el cofre y el resto de artículos, lo suficiente como para que se marchara a vivir lejos de allí con relativa comodidad. Sorpresivamente, don Vidal aceptó la oferta y con un suspiró de abatimiento le aseguró al criado que en unas horas enviaría el baúl miniatura a la mansión con un hombre de confianza. Las antigüedades serían entregadas en el momento oportuno.

Ya bien entrada la noche, a manos del señor Sochaux llegó lo que tanto estaba esperando. Encerrado en su estudio se dispuso a girar la llave de oro y encontrar un tesoro de valor inconmensurable. Pero una vez abierta la tapa, un escalofrío lo recorrió y dejó helado. Allí no había nada. Furibundo, arrojó el diminuto baúl contra un muro y llamó a su criado, al cual le entregó un papel con indicaciones específicas. Minutos más tarde un par de matones se dirigían a la calle Riverti. Pero cuando localizaron su objetivo, no pudieron ocultar un gesto de sorpresa. Don Francisco Vidal yacía muerto y en un estado de altísima descomposición. Junto a él, una sencilla nota indicaba que todas sus posesiones ya guardadas en un centenar de cajas debían ser llevadas a la mansión Sochaux. Decidieron que aquello sería lo más oportuno y lo cargaron todo, incluyendo el cuerpo del anticuario, en el carruaje que tenían. Tras tirar los restos de Vidal en el río, enfilaron hacia la montaña Trelliers.

Cuando arribaron, el propio Antonio Sochaux los aguardaba a la entrada de su vivienda. Luego de darles un pago más que generoso, acomodó unos bultos cargados de monedas en el carruaje y sin mediar palabra se marchó lejos.

Los ciudadanos jamás volvieron a ver ni a Sochaux ni a Vidal, y aunque las teorías abundaron, ninguna se acercó siquiera a la realidad. Nadie llegó a saber que en la fatídica noche de las desapariciones, cuando el reloj marcó la medianoche en el estudio del avaro señor Sochaux, el cofre negro que había adquirido empezó a temblar y de él salió una figura blanca como de bruma que se internó en su cuerpo. Era el alma de Francisco Vidal, que horas antes se había suicidado. Resguardada en el poderoso cofre, la presencia mística del anticuario se aferró al mundo terrenal y tras salir de su escondite se precipitó hacia su víctima. En cuestión de segundos desterró su alma corrupta y manchada por un pasado vil y la encerró en el baúl. Entonces se asentó en su nuevo cuerpo y huyó a una nueva vida con su antigua pasión, pensando en que Antonio Sochaux jamás imaginó el precio tan alto que terminó pagando por su codicia. Y todo por un cofre negro.






Jef Volkjten

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